Hoy en día los
ruidos del metro se han vuelto un verdadero martirio para los oídos de
cualquiera, el silencio es un lujo que casi no existe en los vagones; cuando no
son los pregones a gritos de los cientos de objetos que se venden a diez pesos,
entra en acción la competencia de conciertos móviles en la que no importa qué
se escucha sino lo alto del volumen. En la línea dos, la color azul, los nuevos
trenes que no tienen separación entre cada vagón, el daño para los oídos es
mayor, no se tiene ni siquiera la pausa piadosa entre que sale uno y entra el
otro, o la suerte de que la puerta haga un milagro y deje afuera la bocina que
escupe música.
Era un día
ruidoso en el metro Revolución, el convoy llevaba más de siete minutos detenido
y en el extremo sur del tren se escuchaba una mezcla de los Tigres del Norte,
El Recodo y cuatro bandas más; mientras tanto, en el extremo norte teníamos el
duelo de divas con la D`alessio y su pedazo de canción cortado sin escrúpulos
con un trocito de “La maldita primavera” de Yuri… Nadie se movía de su asiento, la lluvia haría que la
marcha de los trenes fuera lenta, eso lo había dejado claro la señorita adentro
de la bocina desde hace catorce repeticiones. Entonces, entre la multitud
aturdida y los ruidos que seguían brotando de las mochilas-monstruo digital,
una voz cansada se acercaba desde el vagón vecino, era la voz de un hombre
viejo cantando una pieza que contrastaba con todo lo demás…
-México lindo y querido, si muero lejos de
ti – Murmuraba el canto de aquel anciano. – que digan que estoy dormido y que me traigan aquí…
Don Luis
aparentaba setenta de los ochenta y cuatro años que tenía y su voz, a pesar de
lo cansada, se mantenía firme y
con un tono tan amable, que cualquiera adivinaría que en algún momento de su
vida había cantado profesionalmente; pero no, Don Luis nada más cantaba por
gusto y lo que nadie sabía era que cantaba siempre la misma canción.
Cuando
cruzaba por el centro del vagón,
las puertas finalmente se cerraron, pero el escándalo se hizo mayor cuando un
tercero entró en discordia con lo mejor del Reggaeton; sin embargo, Don Luis
seguía cantando cómo si no pasará nada a su alrededor y así pasó frente a
todos: sentados y parados, damas y caballeros, niños y niñas.
Algo que me
llamó la atención era que Don Luis no se detenía en ningun lugar a extender la
mano o recitar su letanía para pedir limosna, caridad, una moneda o cualquier
modalidad característica del metro. No, Don Luis sólo cantaba la misma canción
a lo largo de los vagones.
En Hidalgo, la
gente entró, empujó, salió, gritó,
se acomodó y en un pequeño silencio, todo el tren dejaba resonar aquel
eco de la voz, que ya a estas alturas, había recorrido todo el tren.
-
Que me
entierren en la sierra, al pie de los magueyales y que me cubra esta tierra que
es cuna de hombres cabales – Cantaba otra vez al llegar a esa parte de la canción.
No pude evitar
seguirlo por más de cinco vagones para comprobar que efectivamente no pedía
nada, sólo cantaba, la mayoría de la gente no podía evitar voltear a verle,
escucharle, a pesar del surtido rico de música a todo volumen, todos se
quedaban mirando a Don Luis. Cuando el metro se detuvo en la estación Zócalo,
cantó la copla final de la canción y bajó del vagón tranquilo, a paso lento y con
una sonrisa en el rostro. Yo no
pude evitar seguirlo, tomó la salida que da a la plaza principal, alcancé a
escuchar que iba silbando la misma tonada que había cantado por más de seis
estaciones. Tenía que saber la razón por la que ese viejo sonriente cantaba en
el metro la misma canción sin pedir nada a cambio.
Ya no llovía,
de pronto, Don Luis se detuvo ante la bandera gigantesca, la miró con sus ojos
negros y serios, llevó su mano derecha al pecho esbozando un saludo respetuoso,
se quedó así por más de quince minutos, después comenzó a silbar la misma
canción y tomó
rumbo a la entrada del metro, después
esperó el tren naranja y cuando éste abrió las puertas comenzó con voz tierna,
cansada y constante:
-
Voz de la
guitarra mía, al despertar la mañana, quiere cantar su alegría, a mi tierra
mexicana…
Publicado en la revista "Merolico" Número 6, Septiembre 2012.
Publicado en 2017 en el libro "Renglones que saben a Ciudad"
Publicado en 2017 en el libro "Renglones que saben a Ciudad"