Después de setecientas noches
con sus días, sus insomnios y sus pesadillas,
tras treinta y cuatro estrategias infalibles para olvidarte
y con seis o siete camas compartidas,
a lo largo de una suicida campaña para no saber más de ti...
concluyo:
¿Si no he podido sacarte de mi corazón,
no será que es ahi a dónde perteneces?
En contra de su tu voluntad y de la mía,
tu recuerdo,
¡se queda!
Se quedan tus caricias indelebles.
Conservo tu nombre en la parte más inmediata de la memoria,
ahi, dónde más estorba,
ahi se queda.
Se queda tu fecha
tu color favorito,
tus ganas de hacer algo juntos,
se queda intacta tu frase
que llegó en el momento justo
y en el lugar preciso...
Todo eso no se va a ir aunque te lo hayas llevado,
ni podré deshacerme de tantas cosas,
en forma de tatuaje en la capa inferior del mio cardio
así, así se queda...
Tu ausencia,
esa ausencia de estar siempre en todos lados,
esa también se queda...
¿Si no puedo dejar de pensar en tí,
no será que ya eres parte de mi corteza cerebral?
¿No serás ya un ingerto de mi piel?
¿Acaso es verdad que hay cosas que no se pueden olvidar?
El amor que hay para tí,
no es reciclable,
ni biodegradable,
y esta a tu nombre,
así que se queda,
en la reserva,
en el rincón de las cosas importantes
en el cajón lleno de polvo
dónde se guarda, entre otras cosas,
la fuerza para seguir viviendo...
Se queda,
nada de eso se va, se olvida, se desvanece
ni siquiera se deja para otra ocasión...
No más luchas imposibles por sacarte
de un lugar dónde fui yo quien te puso...
A vivir con eso,
sin pena,
sin culpa...
Ahi te quedas,
y así,
a vivir,
con lo hermoso que es tenerte
con tinta indeleble, en esta historia...
Eso pasa cuando lo que sentías por esa persona era realmente amor
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