tuvo que tirar las semillas al suelo
y por razones de asfalto
no germino ninguna de sus flores
y los tallos se fueron con el aire
y no pudo
o no supo
sembrar entre tanta gente
entre tanto ruido
entre tantas prioridades tontas y frías
el saquito en que llevaba sus granos
se desgarró de tristeza
y al final se volvió
de esas telas que se deshacen al tacto
Aquella vez, Liza quiso ser campo fértil
y arrojó semillas de sueños
pequeños copos de gritos sabor invierno
y aró la cinta asfáltica con sus rodillas
hasta que el dolor le hizo sonar el vientre
y entonces dejó de ser un tractor amarillo y fuerte
y dejó la tierra con cierto deseo postergado...
Se fue
pero volverá
tal y cómo lo pintó en las paredes de todas las misceláneas
y también en el reverso de las corcholatas de los refrescos de tamarindo...
Sé que volverá
y voy a tener listo un campo de tierras rojas
con arcillas color malva
y surcos que crezcan cuando la semilla abra la boca...
Será un trigal inmenso
del tamaño de los ideales regulares de Liza.
Un campo de trigo para Liza
con espigas que saluden a sus amigos imaginarios
a los cuarenta y siete y que les llamen a cada uno por su nombre.
El trigo se podrá cortar, pegar, desgranar, reconstruir, inventar, olvidar
y en su caso, vender al mejor postor junto con las postales de aquellos días de playa...
Por supuesto, por obvias razones, por todos desconocidas
el trigal tendrá una docena de tulipanes escondidos
para que, aburrida del trigo y su aroma,
Liza pueda buscarlos
y untarse los pétalos en la sonrisa...
® 2013, Andrés Castuera-Micher, Regalos Necesarios para Liza.
Es super hermoso, lo admiro señor Castuera-Micher.
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