si fuera carpintero lustraría las cañerías y les pondría cara de presidente
si fuera arquitecto manejaría mi taxi por el Centro Histórico con las puertas abiertas y las ventanas cerradas
si fuera violinista pintaría murales en cada baño público y quitaría mosaicos en cada baño privado y lo haría público y pintaría murales
si fuera vendedor de lotería lustraría los zapatos de los jueces con las corbatas de los magistrados
y si fuera abogado pasaría al siguiente párrafo
y si fuera párrafo necesitaría un abogado que construyera escaleras...
pero eso sí si fuera poeta le quitaba la escalera al bolero los tubos al carpintero la pintura al violinista los zapatos a los jueces y en el taxi del arquitecto me iba con un billete falso de lotería a ganar frijoles para jugar lotería...
Por eso soy redactor de oficios para morosos para poder escribir con letra Times New Roman, las deudas de los unos con los otros.
Por si a alguien pudiera interesarle subastaré las parcelas de mi desierto que aún no han sido alcanzadas por los naufragios de mis barcos derrotados...
Como gobernador, encontrará usted, un pirata que todavía cree en el nombre que tatuó en su pecho...
...pero no le diga al pirata que ha naufragado sus ojos parchados por exceso de sol no podrían soportar la verdad con sus agujas infectadas..
este desierto, no lo imagine sin agua hay un ojo de donde salen gotas saladas que no se toman pero que adornan el paisaje necio de un desierto de cierto modo necio y que se siente mar...
en la subasta entregaré también las escrituras de un silencio que al decir las cosas se suicidó irremediablemente pero eso le pasa a un silencio como el mío que soñaba con ser escuchado...
este desierto tiene dos manos y dos pies los pies ya son rocas cansadas pero las manos quizá le sirvan como referencia o como dedos para dibujar mapas
a ese desierto el gustan los mapas y los laberintos
Por si a alguien pudiera interesarle subastaré la parte de este desierto que aún no ha conocido la humedad de la lluvia
no es triste este desierto aunque parezca
atrévete a pisar su arena a beber su sol descubrirás le corre sangre de oasis por las venas...
Nueve años que siguen lastimando
un silencio que ya lastima los oídos
y la espera eterna de algún renglón
que nos diga que acá está con nosotros
un poco de tinta de su puño
que nos regrese la esperanza
que nos contagie, a punta de versos,
la viruela de los poemas necesarios.
¿Qué le digo, Mario?
si bien sigo objetando su muerte
tampoco hay mucho para que vivir en este mundo.
Hizo bien en escaparse, en decirnos "Ahí se quedan, yo me voy"
ya sus versos no cabían en los limitados y ridículos hemisferios que se le caen al planisferio
por ridículos, racistas, rotos, rompe sueños.
Mario,
seguro ya lo sabe
pero se ha puesto en boga eso de poner paredes
eso de matar niños y niñas con bombas al portador
y en el pedazo de América que todavía no se hipoteca
los sueños son motivo de impuesto al miedo agregado.
La guerra ya se escribe hasta con faltas de ortografía
y la gente se hace el amor por vía cibernética
y las caricias más íntimas se quedan en los teclados...
La piel es un lujo y las palabras un fetiche en desuso...
La poesía, no obstante, se aferra a sobrevivir
y todavía, de esquine en esquina, puede verse a un muchacho con una rosa en la solapa
y a otro que lo espera, sin saberlo, al otro lado de la plaza...
El amor no está de moda
pero hay mujeres que se toman de la mano sin temor entre las luces verdes del semáforo.
Quedan dos o tres necios que le dan razón a la poesía..
En nueve años, Mario,
los poetas, como usted,
siguen faltando en calles idiotas como ésta.
Hay poesía,
nos quedan sus versos,
habemos necios, aunque no los necesarios
y entre una latitud y otra, su silencio se vuelve insoportable
Mil razones no serían suficientes para olvidarle, poeta andariego.
Nueve años, mil razones, un poeta: Mario.
y una posdata que le sigue aguardando en el café,
a las ocho menos quince.
De una vez se los digo,
fuerte y claro
subrayado y, por si hiciera falta,
firmado de mi puño y fea letra.
Les aclaro que
no voy a morirme entre facturas
entre las garras de médicos-arpía
en camas que cuestan, cómo si se hiciera el amor en ellas y no la muerte...
No voy a respirar a través de un tubo
que evite mis palabras
que prohiba a mi último aliento ser el úlitmo
un pedazo de plástico que me conecte al mundo sin mi voluntad,
a mi lo que me duren los pulmones, eso me durará la vida...
Quiero advertir enérgicamente
que no quiero que una máquina marque el paso de mi corazón ansioso
ni le ordene al aire cuando entrar o salir de este cuerpo emancipado...
No voy a convertir mis últimos días
en el viaje a Europa de un médico sin escrúpulos.
Lo que puedan pagar los siete pesos en mi bolsa,
eso durará mi convalecencia, espero que menos...
Quiero morirme con lo puesto,
con lo ganado con mis renglones baratos y regateados,
denme una cama dura, de esas que hay en el hospital del pueblo
y un médico con cara de cansancio
que ya no sabe que hacer con su vida
y, mucho menos, con la de otros...
Que mi pulso agonizante
lo tome una enfermera con una vida empeñada a la suerte
y con la sonrisa desteñida a punta de quejidos sin fondos...
Que lo último que mis hijas recuerden de mi
sea un par de poemas y no decenas de facturas vencidas...
No es mucho lo que pido y, en México,
es más bien lo sensato, justo y necesario...
Si de casualidad, fui un poco conocido
y alguien quiere pagar por unos días de mi vida caducada,
se lo prohibo,
use esas monedas para poner un comedero a las aves del parque
para que, si dios existe, me regrese como pájaro de ciudad
y comer el alpiste que me gané con mis renglones.
Lo digo de una vez por todas,
no voy a morir entre facturas
me niego a que mi cadáver sea moneda de cambio...
Me niego, incluso,
a que mi cadáver sea cadáver
yo quisiera que se desintegrara sin estorbarle a nadie
pero esas son cosas del cine.
Firmo la presente
a unos días del mes de marzo del dos mil dieciocho
cuando, mi mano, aún firma y reconoce mis trazos.