No es que Mario fuera escritor, solía
no escribir nada en su trayecto diario de Pantitlán a Patriotismo. Siempre
definió esa hora diaria de su vida cómo la más monótona. Había memorizado los
nombres e íconos de cada estación y a cada parada verificaba si había llegado a
la estación correcta.
Deseaba algún día equivocarse o
que la abeja de Chilpancingo, se echará a volar y ver cómo la gente gritaba y
corría por todos lados.
Pero ese día, Mario entendería
que ningún día es igual al anterior. Resumiendo: aquel diecisiete de mayo, se
volvería poeta sin saberlo.
El convoy terminaba su paseo por
los puentes de la Cd. de los Deportes y estaba por entrar al túnel después de
la siguiente parada, lo que, en la memoria de Mario, aseguraba que la siguiente
estación era Velódromo, como de costumbre abrió los ojos para confirmarlo.
Cómo una aparición, Ella, la de
la blusa escotada café y la falda larga que mostraba sus tobillos, se sentó
frente a él. Menciono los tobillos por que se perdió en ellos más tiempo del
que cualquiera podría dedicar a unos tobillos e imaginó cada centímetro de sus
piernas e incluso sus rodillas, con un estudio profundo del espacio entre la
falda (también café) y la cinta de las sandalias.
En Jamaica ya había visto sus
manos, contado sus dedos y descubierto que su blusa tenía veintidós flores de
un café un poco más claro, con el polen delineado en un verde olivo
maravilloso.
Lo que Mario no vio hasta Chabacano,
es que Ella había estado mirándole como él la miraba, e incluso puso en sus
audífonos la música adecuada para disfrutarlo.
Antes del cierre de puertas, pudo
ver el cabello negro por debajo del hombro y los ojos cafés, del mismo color de
la línea que tomaba todos los días, un color que, hasta ese momento, sólo le
recordaba el trayecto de su casa a la escuela y viceversa.
A partir de hoy, tendría otra
idea del café, era el color de esos ojos. Ella le sostuvo la mirada cuarenta y
cuatro segundos hasta que, Mario, terminó confirmando que el piso de los
vagones no es totalmente blanco. Ella sonrío esperando el siguiente encuentro.
Mario tomó la decisión más
importante en sus diecinueve años de vida. Se enamoró. Y Ella tendría que
saberlo. Fue levantando su cabeza poco a poco, pero el cuello no le respondía,
era un cuello tímido. Cuando lo logró, ella seguía sonriendo. Las piernas de
Mario no le obedecieron, se quedó sentado y las palabras se le olvidaron.
Desesperado, al ver que el tren
se iba de Lázaro Cárdenas, sacó su cuaderno y escribió en una hoja arrugada
veintidós palabras que, en resumen, le decían a Ella que era el amor de su vida
y firmaba diciendo que no estaba dispuesto a seguir sin tomarle la mano y
caminar a su lado el resto de su vida.
Terminó el poema… los siguientes tres minutos, el valor no
llegó al asiento de Mario… Ella estaba esperando ese papel, sabía que le
pertenecía.
El tren hizo su arribo a Centro
Médico, Ella se levantó, Mario sintió la sangre hirviendo, ella salió a través
las puertas, pero, después de la multitud que salía a empujones, se detuvo,
estaba esperando algo…
El timbre de las puertas le sonó
a Mario en los oídos como la peor de las despedidas. Un impulso de su corazón
lo expulsó del asiento como resorte, justo en el momento que las puertas
estaban por cerrarse; lo más que pudo hacer fue estirar la mano, pero el cierre
fue más rápido y el golpe de las gomas negras tiró el poema de su mano.
El poema salió del vagón, pero
Mario y su historia se quedaron adentro.
En el avance lento del metro,
pudo ver que Ella levantó la hoja de papel, la abrió y comenzó a leerla…
Esto nadie me lo contó, lo vieron
estos ojos que se han de comer los gusanos, y si no, pongan atención, hay un
hombre de aproximadamente treinta años, que siempre va escribiendo poemas entre
Velódromo y Centro Médico, esperando entregárselos al amor de su vida.
®Andrés Castuera-Micher (2012)
Publicado en la revista "Merolico" Número 3, Junio 2012.
Publicado en el libro "Renglones que saben a Ciudad" 2017.
Hace tiempo q no me conmovia tanto....quiza por imaginarlo nitidamente con palabas de amor escurriendo entre sus dedos..... y pensando q ella se quedo por un instante esperando el tren del otro lado.....pensando q el...se volveria a buscarla....eso piensa una...digo,por si lo vuelves a ver.
ResponderEliminarVaya!! Hermosa historia para darle sentido a un lugar que por lo menos a mi me desagrada, el metro.
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