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7/5/17

Postal de Reforma



Después de que caía la noche, el Rodo se sentaba en una de las bancas que daban a la glorieta principal de Reforma. Encendía lo que quedaba del cigarro que había conseguido, dejaba a un lado su caja con los chicles sobrantes, que cada vez eran más y se quedaba mirando por horas la parte más alta de la columna de la independencia. La última vez discutió por horas con la Lupis, ella decía que era una Ángela y él Rodo, duro y dale que no, que no había ángeles mujeres.

-Pos a mi expícame entonces porque tiene esas tetas que ya las quisiera yo para un domingo. – y con ese argumento le tuvo que dar la razón y cinco varos a la Lupis.

Nunca se sabía porque se quedaba tanto tiempo mirando tan arriba. Hasta llegaron a pensar los otros compas que estaba mirando al cielo para encontrar a sus papás, pero no, la verdad es que se hacía preguntas más cabronas. Esa noche, una vez que se terminó el cigarro, se levantó y gritó con todas las fuerzas que le quedaban:

-¿Por qué no te vas? ¿Estás pendeja o qué? Tú que tienes alas, ¿a qué chingados te quedas? – y de pronto las lágrimas comenzaron a llenar su cara mugrosa.

La Lupis, que lo había escuchado todo, se acercó y lo abrazó con todas sus fuerzas.
           
-No es que sea pendeja – le aclaró al Rodo mientras le acariciaba su correosa y negra melena – lo que pasa es que nos cuida de los pinches polis culeros. Desde allá arriba se los chinga. Te digo que es vieja, por eso no nos va a abandonar. Ya no llores pinche Rodo.


La avenida quedó en silencio, parecía que hasta los peatones habían entendido la magnitud de aquel momento en que dos chamacos de seis años, habían alcanzado la madurez.



® 2017, Andrés Castuera-Micher. "Renglones que saben a Ciudad"

7/2/17

Cuaderno de Secundaria, video lectura en voz del autor. Noches y Poesía.

CUADERNO DE SECUNDARIA
Video Lectura en voz de Andrés Castuera-Micher


CAPÍTULO 1: EL PATIO

CAPÍTULO 2: LAS TRENZAS

CAPÍTULO 3 y 4: "LA BICICLETA" y "EL CORAZÓN"


CAPÍTULO 5 y 6: "LA DECLARACIÓN y "LA PLANA"

CAPÍTULO 7 y 8: "EL ESTÓMAGO" y "EL PARQUE"

CAPÍTULO 9 y10 : "LAS ABEJAS AFRICANAS" y "EL SÍ"


CAPÍTULO 11: "LA LISTA DE ASISTENCIA"

CAPÍTULO FINAL: "LA PUERTA CAFÉ"

Adquiere el libro "Cuaderno de Secundaria" en este link:

® 2013, Andrés Castuera-Micher, Cuaderno de Secundaria, Edición de Autor. 

6/2/17

Galimatías de un hombre roto.


Al pequeño hombre roto que se asomaba por mi ventana cada mañana, todo aquel trance,
le cuarteó su reloj de arena 
y por eso, 
cada vez que quiere  vivir como antes, la arena , que no deja de regarse, le recuerda, 
a base de dolor, 
que el cristal agrietado no va a cicatrizar.

Es un hombre silencioso y roto 

que escribe para quitarse la vida de a poquito 
y que nadie lo note... 
porque sabe que esa etapa de su vida dejará, 
mas que recuerdos, cicatrices.

El hombre roto que cantaba canciones incompletas bajo el chorro tibio de la regadera, 

siempre nadó contra la corriente 
hasta que un día, de tanto esfuerzo, se le reventó el corazón 
y cuando lo vieron a la deriva nadie lo ayudó, 
nadie pensó que había muerto luchando, 
pensaron que al fin se había dado por vencido.

El callado hombre roto que se sentaba en las piernas del abuelo, tiene ganas de tanto y fuerzas para casi nada, 

que se balancea con más espíritu que cuerpo. Anda pues, buscando al abuelo, otro equilibrista, 
ahí nomás pues, mientras se pueda.

El hombre roto, que clava las uñas en mi pecho, 

sólo camina, es lo que sabe hacer.

Hay cierto tipo de hombres rotos, 

como el que se alimenta de mi hipotálamo, 
a los que no les gusta la realidad 
y se engrapan los párpados a algún sueño 
que tampoco saben cómo soñar pero, 
no obstante, se tiran por la ventana tras él.

A un hombre roto, 

como el que se sostiene de mi espina dorsal, 
los pendientes se le escurren, 
desde la punta del ojo hasta la cañería, 
en forma de agua muy salada.

Un hombre roto, como el que llevo sobre los hombros, 

arruga las hojas de las agendas 
y asume que el futuro es el siguiente minuto.

Al hombre roto que platica con las libélulas, de noche, 

le inquieta la importancia de las cosas pares, 
cuando un ojo tiene con quien llorar, 
una mano comparte el puño al estallar de coraje, 
a un pie lo acompaña otro a caminar
y le entristece que, non, el corazón, 
esté condenado a latir y sufrir en solitario...

Los susurrantes hombres rotos, 

como el que dejó de soñar por la necesidad de respirar, 
son, hoy en día,  sólo un murmullo del tiempo 
y pronto habrán de callar. 

Esos hombres rotos, 

cómo los que devoran la columna, vértebra a vértebra, 
son siluetas tenues, sólo han sido arena cayendo del reloj. 

El hombre roto con huesos de espina, 

es un caminante que ha terminado 
con las suelas de sus zapatos.

Cada hombre roto, cómo el que llora ácido, 

ha descubierto que se ata a los sueños 
para aferrarse a la vida, 
para luego descubrir que son, precisamente los sueños,  
los que lo están jalando al fondo del pozo.

Los hombres rotos, 

como el que se esconde atrás de mi esternón, 
suelen caminar cabizbajos, no es por tristeza, 
están tratando de entender la dirección de sus pocos pasos...

El hombre roto, se balancea en el andén mientras piensa, esperando al tren: "Me le estoy cayendo al mundo"...


El dolor que siente un hombre roto al caminar es tanto que, por la madrugada, sólo pide que interpreten su silencio... si es posible con chelo y saxofón...


Al hombre roto le duele.

En serio duele y el dolor no se va.... 
Va, viene y, cuando se va, de pronto,  
lo deja respirar, sonreír, 
recordar como era todo antes de quebrarse 
por unas horas, casi le permite olvidar lo mucho que duele, pero cuando la grieta se abre un poco más 
duele hasta que oprime y asfixia...

Los hombres rotos, pensativos y envalentonados,  

ofrendan todo su  cuerpo al corazón, 
lo escuchan le proponen un trato:
latir juntos, con la poca paciencia que les  queda... 

Y entonces, el hombre roto, 

con cara de esperanza,  comienzas a ver de frente al borde, todo se vuelve una cornisa
y aprende que no le queda más que vivir como equilibrista
sabiendo que la caída será dura y definitiva
pero se aferra al cable con lo que le queda de corazón...

El hombre roto que llora sentado en mis vísceras 

ha decidido reírse para tomar en serio a la vida.

Al espíritu libre del hombre roto 

que bebe a sorbos el té y el aliento,  
ya le queda chico aquel cuerpo y sus costuras abiertas.

Un hombre roto 

como el que mira la puerta cerrada 
tratando de olvidar lo que hay del otro lado, 
sabe que, a veces, es mejor quemar la lista de pendientes 
asirse a lo que puede, todavía, 
agarrar con las manos cansadas.

Cuando tratan de decirle al hombre roto 

que todo sucede por algo 
y que ha valido la pena romperse por vivir lo que ha vivido, 
el hombre se levanta y grita por el ojo de la cerradura 
que no, que no ha valido la pena.

El hombre roto y despeinado camina, 

aunque sabe que, tabla por tabla, 
el puente se está cayendo.


Este hombre roto nació, le rompieron el corazón, 

creció y se rompió el corazón. 
Así la triste historia del hombre roto 
y su sobre valorado y vulnerable músculo.

Al hombre roto se le puede ver al caer la noche, 

mirando las estrellas 
y preguntándose con lágrimas de sal y melancolía: 
"¿En qué momento me rompí de esta manera?"


® 2017, Andrés Castuera-Micher, Galimatías de un hombre roto.


Dibujo: "The broken man".

® 2010, Loui Jover
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